Texto presentado por el colectivo Maldeojo para el  proceso de refundación de Lucha Autónoma
documentos de la refundación

REINVENTAR EL PROYECTO DE AUTONOMIA.

    Lamentablemente,  las  observaciones  que  siguen  no  son respuestas precisas a las cuestiones que en la última reunión para la "refundación"  (que tuvo lugar en el Laboratorito)  se fijaron oportunamente como cuestiones-clave del debate. El presente texto discurre sin duda por los mismos caminos que el debate de la última reunión, pero a veces también se va por las ramas siempre podadas  (y no sólo por el enemigo)  del proyecto de autonomia. Conseguir una coherencia completa ha sido imposible debido en parte a las urgencias que han presidido la elaboración del texto.

1. ¿Por qué nos juntamos?

“Nosotros creíamos que podríamos salvarnos de alguna manera, con los viajes, con la música, la amistad, el teatro, todo eso..., que nos buscaríamos la vida para escaparnos no sabíamos muy bien cómo, mientras nos callábamos para no picarles, contrariarles... pero  también  porque  veíamos  que  estábamos  piLlado~,  solos, aislados.  Ahora ya lo  sabemos:  no era un problema personal, individual.  ¡Es un problema común a todos nosotros!”  (Panfleto redactado en París por los  “espabilados" de F.P.  Electrónica, durante las movilizaciones estudiantiles, y demás, de 1986).

    En la última reunión para la refundación de la Coordinadora Lucha Autónoma, se dijo algo con lo que estamos muy de acuerdo: nos  juntamos  para  reinventar  el  proyecto  de  autonomía  y establecerlo de manera permanente y visible en la sociedad. Pero si de verdad se quiere reinventar ese proyecto y permanentizar ciertas prácticas, será necesario, además de superar las rencillas creadas en torno al fetichismo de las palabras y las siglas, ampliar el contenido efectivo que se le ha dadó hasta ahora a ese proyecto y a esas prácticas. Hace ya tiempo que todos nos dimos cuenta de que la mera socialización de los medios de producción no haría desaparecer por arte de magia el resto de relaciones de dominación existentes en la sociedad.     Nos dimos cuenta, por tanto, de que la sociedad no se articula según el trivial esquema de base-superestructura.  Todo  esto  es  cierto,  aunque  se  cometa siempre el error de ilustrar esta conclusión con el ejemplo de la Unión Soviética (¿cómo se puede hablar de socialización cuando una burocracia  concentraba  todo  el  poder  de  decisión  sobre  la producción, la orientación del trabajo, la redistribución, etc.?). Pero entonces, ¿cómo es que se ha dedicado tan poco tiempo y tan poco esfuerzo a comprender dimensiones tan fundamentales de lo social como pueden ser el lenguaje,  el arte,  el urbanismo,  el tiempo, la técnica, el inconsciente, etc.? ¿no estaremos todavía pensando -aunque ya no nos atrevamos a decirlo- que esos problemas se  resolverán  por  sí  solos  el  día  que  llegue  el  golpe revolucionario de fuerza y de suerte? ¿cómo se pretende reinventar el proyecto de autonomía sin considerar por un momento la vida cotidiana -porque eso es lo que se hace cuando no se atienden asuntos como el lenguaje, el urbanismo, el deseo, etc.? Está muy claro que durante estos últimos años ha crecido el interés por estos temas.  Y diversa gente ha prestado atención desde una perspectiva unitaria que relacionaba ese análisis y el proyecto revolucionario de transformación global. También es obvio que no se puede rechazar como absurdo el peligro de la proliferación de aristocracias que utilicen la teoría para confundir y velar la realidad -esto es, que hagan de la teoría ideología- y conservar así un triste estatus. Pero hay que subrayar siempre un hecho: es el  desinterés  por  el  análisis  teórico  lo  que  promueve  la propagación de las imposturas, no al revés. Si, por el contrario, la familiaridad con la teoría crítica fuese mayor, la capacidad de seducción retórica de los discursos que engalanan el vacio seria prácticamente nula.

    Es muy común escuchar bravatas contra el trabajo teórico. En ocasiones,  se  escuchan  también  justas  criticas  contra  la éspeculación sin contenido.  Pero es muy curioso lo que ocurre cuando se deja de hacer un mínimo esfuerzo teórico: se pierde el respeto  por  la  práctica.  Un  ejemplo  muy  claro  de  esto  lo encontramos en el debate de la última reunión sobre las relaciones que se deben mantener con las instituciones (concepto en el que cabía desde la matrícula universitaria hasta los ayuntamientos, pasando por los  autobuses  públicos y las  JCM).  Pero  lo que quisiéramos  subrayar  aquí  es  que  si  nos  descuidamos  y  no distinguimos  entre  teoría  y  práctica,  acabaremos  intentando resolver en y por la teoría los problemas prácticos.  Así,  la autonomía de la práctica se pierde y todo se confunde.  ¿Cómo podría  solucionarse  el  problema  de  la  relación  con  las instituciones de una vez por todas? ¿quién dictaría las premisas a priori válidas en todos los tiempos y espacios para juzgar la actividad práctica? La autonomía relativa de la práctica significa precisamente que no se puede analizar una situación concreta con un catálogo acabado de premisas teóricas. La práctica nos enfrenta cotidianamente con lo nuevo y singular, con situaciones que la teoría no puede predecir y que  es preciso  analizar de modo específico entre los implicados. Y la misma práctica hace surgir constantemente  un  nuevo  saber.  Todos  juzgamos  con  dureza  la colaboración de Federica Montseny en el gobierno republicano, por ejemplo.  Pero  se nos  escapa un dato importante:  nosotros ya sabemos lo que pasó;  ella no lo sabia.  Nadie que  sepa leer entenderá que estamos defendiendo la colaboración de cuando en cuando  con aparatos  jerárquico~burocráticos  o  disculpando  los Pactos de la Moncloa. Se trata simplemente de tener en cuenta que la futura articulación de los grupos (tome la forma que tome) no puede basarse en unas premisas invariables que se arroguen el derecho de juzgar para siempre la práctica.  A partir de esa consideración, se podrán acórdar unos mínimos comunes que impidan el florecimiento de contradicciones que terminen desgarrando la organización.

    Pero este debate responde a la costumbre que tenemos de referirnos a la acción política mediante el esquema técnico de medios y fines. Hablamos, por ejemplo, de "traducir la teoría en la realidad", como si la teoría fuese una hipótesis que hay que verificar  en  un  experimento  práctico.  Hablamos  también  de "considerar la organización como un medio, como una herramienta". Metáforas equívocas. La praxis es precisamente esa actividad que tiende hacia la autonomía (fin) desde la autonomía (medios). Y la organización  asamblearia,  igualitaria  y  horizontal,  es  una
manifestación fundamental de la praxis, pues trata de extender la autonomía desde el ejercicio mismo de la autonomía. En la praxis, la autonomía de los otros no es un fin sino un comienzo. No es finita,  no  se  deja  definir por un  estado  o  caracteristicas definitivas. No hay "estado" de autonomía. Lo demás es simple concepción militar de la acción: se escogen unos medios en vista de unos fines planteados de antemano, se calculan los costes, las pérdidas necesarias, y el éxito o el fracaso de la actividad según el parecido que guarde el resultado final con el fin planteado al comienzo. La más ligera experiencia de actividad política autónoma nos dice que las cosas no son así, que el éxito o el fracaso de la actividad no pueden medirse nunca mirando el programa inicial porque los objetivos cambian según se actúa, la actividad provoca el surgimiento de series nuevas de acontecimientos, etc. Diciendo que la "organización es un medio",  quizá se quiera señalar el peligro de que la actividad se aliene a un programa. El programa, que no es mas que una figura fragmentaria y provisional del proyecto, puede tomarse como un absoluto, descuidándose entonces el "fin": la autonomía.

    Pero el hecho de que la actividad no pueda apoyarse más que en un saber parcial no quiere decir que no pueda apoyarse en nada, que sea imposible definir ciertas cosas,  comprobar tendencias y sacar las consecuencias adecuadas. Si decimos que sin teoría total no puede haber acción consciente, continuada, proyectada hacia el porvenir,  orientada según unos principios, etc.,  estamos presos del fantasma del  saber absoluto.  Y si decimos que la acción éonsciente,  prolongada,  etc.,  sólo  puede  responder  al  sueño totalitario de anular las diferencias, seguimos igualmente presos del  fantasma del  saber absoluto.  La  supuesta  elección  entre geometría y caos es una falacia, y no tiene ningún sentido en la actividad humana, que nunca está ordenada de manera exhaustiva, ni sometida al desorden molecular completo. Quizá podríamos decir de la actividad autónoma lo que el filósofo Maurice Merleau-Ponty decía de su trabajo y de sus hijos:

    "Mi oficio, mis niños ¿son para mí fines, o medios, o una cosa y otra alternativamente? No son nada de todo esto: ciertamente no son medios de mi  vi da,  que se pierde en ellos en lugar de utilizarlos, y son mucho más que fines, puesto que un fin es eso que se quiere y puesto que quiero a mis niños y mi oficio sin medir por adelantado hasta dónde me arrastará todo esto y mucho más allá de lo que puedo conocer de ellos. No es que me dedique a no sé qué: los veo con el tipo de precisión que suponen las cosas existentes, los reconozco entre todos, sin saber del todo de qué están  hechos.  Nuestras  decisiones  concretas  no  apuntan  a significaciones cerradas"
 

2.

    Las dos posturas expresadas en los debates abiertos por Lucha Autónoma para reorganizar el mundo autónomo madrileño, se pueden analizar  por  separado  y  reunir  luego  como  necesarias  y complementarias.

-La organización articulada en Federación.

    Tras echar un vistazo al panorama autónomo madrileño, creemos que hay un buen número de grupos, sobre todo los colectivos de barrio, que necesitan una forma de unión que vaya más allá de la simple comunicación puntual o la organización difusa (utilizamos aquí " organización difusa",  no como un concepto definido,  sino como un simple término de referencia al engarce de los distintos grupos por medio de nudos laxos y en base a ciertas prácticas).

    El problema que encuentran los distintos colectivos es obvio: la ausencia de una estructuración que articule,  en todos los ámbitos, un frente común.  Pero,  como también resulta evidente, esta articulación sólo se puede conseguir desde una base común, pues la fuerza desplegada por cada colectivo en su ámbito concreto debe tener el mismo sentido colectivo. Dicho de otro modo, los colectivos no pueden trabajar en una contradicción bruta con el trabajo de los otros colectivos que conformasen esa organización. Esta necesidad de confluencia obliga a debatir con un objetivo claro: consensuar una postura unitaria que permita a distintos colectivos trabajar en torno a un mismo eje que gire en tantos sentidos como colectivos haya.

    Los que observan que la idea de la federación lleva consigo la anulación de las diferencias se equivocan. Se trata simplemente de un problema de coherencia. La unión coherente de unas formas de pensar-actuar es una manera de conjugar esas fuerzas a las que antes aludíamos sin que se enfrenten entre ellas. Por ejemplo, seria  incoherente  mantener  una  organización  en  la  cual  un cólectivo de barrio luchase duramente contra la manipulación de los sindicatos burocráticos, mientras que el colectivo de otro barrio colabora activamente con esos mismos  sindicatos.  Estas contradicciones brutales terminan por minar la organización.

    El problema que todos atisbamos ahora es  la prolongación indefinida y tediosa de las discusiones. Los debates de los grupos que quieran confluir en una organización deberán adquirir el aspecto de una negociación: discusión en busca de unos puntos de acuerdo y unas conclusiones que, sin ser definitivas, puedan poner en marcha la federación.
 

-El nivel de la información

    También  seria  deseable  que  al  mismo  tiempo  que  estos colectivos abren el proceso de federación,  se iniciase también (entre todos los grupos,  federados o no)  la construcción de un espacio estable de intercambio de información, textos, propuestas, debates, análisis, etc.

    En  este  espacio  de  comunicación,  tan  necesario  como  el primero,  podrían  dialogar  todos  los  grupos  "antagonistas"  de Madrid. El colectivo Maldeojo, por ejemplo, que descarta por el momento la posibilidad de federarse por incapacidad para afrontar las implicaciones que esto conllevaría necesariamente, estaría muy interesado en participar en la construcción de este espacio de encuentro y discusión.

    La  puesta  en  marcha  de  un  espacio  de  intercambio  de información  (entendiendo  aquí por  "información"  todo  tipo  de textos,  propuestas,  análisis,  etc.)  podría  acabar  con  el
desconocimiento generalizado de los grupos entre sí y poner en contacto  prácticas  muy  diferentes  y  heterogéneas:   centros sociales,    distribuidoras,    grupos   ecologistas,    musicales, feministas,    antimilitaristas,    situacionistas,    surrealistas, agencias de contrainformación, etc., etc.

    La reflexión sobre este problema es  fundamental,  pues la situación actual está caracterizada por la separación absoluta entre todas las formas de entender la crítica del sistema. Abrir y consolidar  un  espacio  de  comunicación,  información  y  debate permitiría superar ese aislamiento y favorecería que cada grupo ampliase el contenido de su crítica, teórica o en actos, con temas de  toda  índole:  desde  el  trabajo  antifascista  hasta  la intervención  anti-urbanística  en  el  espacio urbano;  desde  el ecologismo hasta la lucha sindical; desde el antimilitarismo hasta el accionismo estético; desde la okupación hasta el trabajo sobre la manipulación genética;  desde la contrainformación hasta  la crítica del sistema educativo, etc. La apertura de nuevos terrenos de análisis y lucha sólo puede hacerse a través de la comunicación entre las experiencias concretas de cada uno de nuestros grupos.

3.Conclusiones: para comenzar

    Como decíamos en otro sitio, está todo por hacer, todo por reinventar: el lenguaje critico; la alianza de la reflexión, la memoria  y  la  acción;  una  verdadera  comunidad  radical,  en definitiva. Se trata, y esto es lo más difícil, de inventar y poner en juego otras significaciones (el gusto por la libertad, el sentido del tiempo histórico, que es el tiempo de la acción y no el tiempo de la repetición,  el  sentido de la memoria y una relación de apoyo con la tradición, un nuevo sentido de comunidad, del estar juntos y unidos por lo que hacemos y no por lo que vemos en  televisión,  etc.).  Estas  significaciones  son  el  contenido substantivo de palabras como autonomía y autoorganización; y sin tal contenido esas palabras son sólo chupetes vacíos que sirven para todas las bocas. Mucha gente vive sometida no porque no sepa autoorganizarse, sino más bien porque no quiere hacerlo, porque la autonomía no significa para ellos nada real. La creación de nuevas significaciones es indisociable de la creación de nuevos espacios de  socialización  en  los  que  esas  significaciones  se  puedan comunicar y vivir; y es también indisociable de la reactivación de una memoria histórica en la que se encuentran los elementos sobre los que apoyarse precisamente para crearlas.

    Se trata,  en definitiva,  de la creación de una comunidad radical, de un sujeto colectivo que pueda contribuir a la quiebra del estado actual de atomización por medio de una conciencia y una experiencia compartidas, de un proyecto y una memoria comunes. "La verdad de una comunidad semejante reside en el hecho de que constituye por sí misma una 'unidad más inteligente que todos sus miembros' (sustituir por colectivos). El signo de su fracaso será la regresión hacia una especie de neofamilia, o sea, hacia una unidad  menos  inteligente  que  cada  uno  de  sus  miembros" (Encyclopédie des Nuisances).

inicio de textos